Por estos años del Boom, hacía
su aparición un extraño escritor, de frases breves y sencillas, pero genial y
muy crítico; su nombre Augusto Monterroso, había nacido en Honduras, se nacionalizó
guatemalteco y es considerado como uno de los maestros de la mini-ficción. “Desde pequeño fui pequeño”, dice en su
autobiografía. “La mayoría de los
críticos que se ocupan de un libro mío empiezan señalando que soy un escritor
bajito, lo cual les permite elogiar mi estilo y mis ideas sin peligro de que se
los tome en serio”.
Es el autor del mejor cuento breve de la historia de la
literatura, El Dinosaurio, el texto
completo dice: “Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí”. Y cuenta que en una ocasión un crítico le
dijo con desdén: “¡Eso no es un cuento!”
El le contestó que tenía razón: en sentido estricto, era una novela. Es
autor-creador de su propio género: “Vendría
a ser una conjunción de ensayo y cuento y poema en prosa y conferencia y
confesión, más o menos breve, y muy libre, en tono aparentemente serio pero
envuelto en un vago y ligero humor, y si se desprende de él cierta melancolía,
mejor, sin el menor afán de afirmar nada concluyente, recurriendo a citas de
amigos y desconocidos que existieron en la realidad o no, todo eso escrito con
un estilo perfecto pero que no se note, o incluso que parezca descuidado, como
redactado por alguien que lo hiciera para cumplir un requisito que no puede
eludir”. He aquí algunas de sus obras: Obras
completas (y otros cuentos) (1959), La
oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento
perpetuo (1972), Lo demás es silencio
(1978), La palabra mágica (1983),
etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario